Recorrer los pueblitos de A Coruña es sumergirse en un viaje lleno de paisajes impresionantes, historia milenaria y tradiciones que han perdurado a lo largo de los siglos. Desde encantadores pueblos marineros hasta villas medievales llenas de patrimonio, cada rincón ofrece una experiencia única. Si buscas un destino que combine mar, montaña y cultura, aquí tienes algunas opciones que te enamorarán.
Muros, tradición marinera en estado puro
A orillas de la ría que lleva su nombre, Muros es un pueblo marinero que conserva intacta su esencia. Es una de las villas más bonitas de Galicia, con su casco antiguo y, el 29 de mayo de 1970 fue declarado Conjunto Histórico-Artístico. Basta con pasear por sus soportales de piedra para sentir el legado de siglos dedicados a la pesca.
El puerto es el corazón del pueblo, donde las embarcaciones llegan cargadas de marisco fresco, y no hay mejor plan que sentarse en una de sus tabernas para degustar una mariscada mientras contemplas el ir y venir de los barcos. Mantiene una esencia pesquera de esa que se ve en las películas. La Iglesia de San Pedro, de estilo gótico marinero, es otro de los grandes atractivos, así como sus hermosas playas cercanas, como la Playa de Area Maior, perfecta para un baño refrescante.
Muxía, espiritualidad frente al Atlántico
Muxía es mucho más que un pueblo costero: es un lugar cargado de misticismo y espiritualidad. Este rincón de la Costa da Morte es conocido por su conexión con el Camino de Santiago, ya que muchos peregrinos lo eligen como etapa final tras llegar a Compostela. El Santuario da Virxe da Barca es su lugar más emblemático, una iglesia situada sobre las rocas junto al bravo océano Atlántico. Aquí se encuentra la Pedra de Abalar, una enorme roca que, según cuenta la leyenda que estas piedras, situadas en un rincón donde el mar golpea con fuerza, formaban parte de la barca del apóstol Santiago. Según el mito, la Pedra de Abalar representaría la embarcación, la Pedra dos Cadrís simbolizaría la vela, y la Pedra do Timón completaría la imagen como el timón.
Sin embargo, la explicación científica es más sencilla: estas formaciones rocosas son el resultado de siglos de erosión causada por el viento y el oleaje. De hecho, durante mucho tiempo, una de estas piedras podía balancearse con facilidad debido a la disposición de sus puntos de apoyo, lo que alimentó la creencia popular en su carácter mágico. El paisaje es sobrecogedor, sobre todo al atardecer, cuando el sol se pierde en el mar y tiñe el cielo de tonos anaranjados.
Noia, la puerta medieval de Compostela
Noia es una villa con una rica historia que está ligada al Camino de Santiago. Su casco histórico está repleto de calles estrechas y plazas con encanto, donde destacan la Iglesia de San Martiño, un magnífico ejemplo del gótico marinero, y el histórico Cementerio de Santa María a Nova.
La villa también es conocida por sus festivales, como la Feria Medieval, que cada verano transforma el pueblo en un escenario del pasado. Para los amantes de los atardeceres, es obligatorio pasear por el puerto al ocaso, con vistas a la ría y la brisa marina como compañera.
Corcubión, un tesoro en la Costa da Morte
En el corazón de la Costa da Morte se encuentra Corcubión, un pequeño pueblo pesquero, de 7.6 km², que ha sabido conservar su esencia. Con 2000 habitantes, y dos parroquias, San Marcos de Corcubión, de estilo gótico, es uno de sus mayores atractivos y San Pedro de Redonda, fue declarado Conjunto Histórico-Artístico, su casco antiguo es un laberinto de calles empedradas flanqueadas por casas de piedra con balcones floridos.
Corcubión, la ría más al norte de las Rías Baixas, tiene las características típicas de esta zona, pero también anticipa las de la costa más al norte. Así, este lugar de transición combina la calma de las Rías Baixas con la fuerza y la naturaleza salvaje de la Costa da Morte.
Además, es el punto de partida ideal para explorar lugares cercanos como el Cabo Fisterra, considerado por los romanos como el “fin del mundo”.
Carnota, playa paradisiaca
Es un destino imprescindible en las Rías Baixas por su mezcla de historia, naturaleza y aguas que nada tienen que envidiarle a las del Caribe. Su principal atractivo es la Playa de Carnota, una de las más largas de Galicia, con más de 7 kilómetros de arena blanca y fina, rodeada de marismas y dunas que la convierten en un paraíso natural ideal para pasear, bañarse o contemplar puestas de sol inolvidables.
Además, el pueblo alberga el hórreo de Carnota, uno de los más grandes de Galicia y declarado Monumento Nacional, símbolo de la arquitectura tradicional gallega. También es un punto de partida perfecto para explorar parajes cercanos como el Monte Pindo, conocido como el «Olimpo Celta», o el Ézaro, donde el río Xallas forma una espectacular cascada que cae directamente al mar. Si buscas un lugar que combine historia, mar y montaña, Carnota te conquistará.
Fisterra, el fin del mundo
Hablar de Fisterra es hablar de leyenda. Este pequeño pueblo pesquero es conocido por su famoso Faro de Finisterre, donde el océano Atlántico se extiende hasta donde alcanza la vista. Los peregrinos que completan el Camino de Santiago llegan hasta aquí como último destino espiritual. Pasear por el puerto y disfrutar de una buena ración de marisco es una experiencia imprescindible. Al caer la tarde, el atardecer en el faro es uno de los espectáculos más conmovedores que se pueden vivir en Galicia.
Una de las muchas leyendas que envuelven la Costa da Morte sostiene que, al ser el Fin del Mundo, este era el límite entre la vida y la muerte. En tiempos antiguos, cuando se creía que la Tierra era plana, Finisterre, situado en esta costa, era considerado el punto más occidental de Europa, el lugar más cercano al ‘fin del mundo’. Otra leyenda que da origen al nombre de la Costa da Morte está relacionada con el Camino de Santiago. Se decía que los peregrinos celtas llegaban a Finisterre, el último destino de su travesía, donde el Sol moría cada noche para dar paso a un nuevo ciclo de luz y vida.